INDIAN STYLE
Ruido, suciedad, pobreza, miseria, tráfico, bocinas, calles sin asfaltar, edificios destruidos, cableado peligroso, agua estancada, perros callejeros, rickshaw, taxis, polvo, mucho polvo, NIÑOS.
Cuando uno llega a Delhi, lo que mas le llama la atención es la mirada y la sonrisa de los niños.
Escribo en un tren, destino, Calcuta.
Dejamos la Capital hace seis horas y todavía quedan once para llegar a "La Ciudad de la Alegría" como la llamaba en su libro del mismo nombre, Dominique Lapierre.
Todo lo anteriormente citado es lo mas característico hasta ahora, a priori lo que mas llama la atención.
Parece que el tiempo en India se paró hace mucho, ¿o acaso es el nuestro el que va demasiado deprisa?
En medio de un caos, un caos increiblemente controlado, conviven millones de personas sin ordenador, teléfonos móviles, ropa de diseño, pero sobre todo, personas sin recursos de primera necesidad.
Sin techo unos, sin nada que llevarse a la boca otros, mezclados entre perros callejeros, pedigueños lisiados, leprosos, bebés utilizados por las mafias para sacar dinero a los turistas orientales, a los turistas occidentales y a los turistas accidentales, sobrevive la mirada curiosa y la sonrisa ingénua del niño, ese niño que todos fuimos y que un día conocimos y con el que te reencuentras en este apasionante País.
La primera impresión que me llevo de mi llegada a India es, por encima de muchas otras cosas, curiosidad, ingenuidad e inocencia en la mirada de un niño.
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