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EL DÍA QUE NACÍ YO

EL DÍA QUE NACÍ YO Era muy temprano cuando comencé a sentir que ya era hora de salir. Me moví en ese espacio cálido que había sido mi hogar durante los últimos nueve meses y donde me sentía protegido ajeno a todos aquellos sucesos que parecían acontecer fuera. No sentí curiosidad hasta ese día, 29 de diciembre, tal día como hoy hace mucho, mucho tiempo.
Habia permanecido ajeno a todo lo que ocurría en el exterior, no sentía curiosidad por saber, yo era feliz donde estaba, me encontraba bien y en ningún momento sentí que podría estar mejor. Creo que eso me ha marcado para bien en mi vida. Dicen que la ambición es buena, que te hace crecer, que te lleva a metas que parecían inalcanzables, a cimas desde donde poder contemplar la majestuosidad del entorno y sin embargo, yo nunca tuve la curiosidad de saber qué había más allá de ese espacio húmedo , sin ruidos,
de ese minúsculo habitáculo en el que ahora era complicado moverme.
Fue eso lo que me impulsó a salir. Era el momento de dejar de ser do s y comenzar a vivir por mi mismo. Supongo que mi madre había soportado estoicamente los nueve meses de la mejor manera. Hay que tener en cuenta que antes que yo habían vivido ocho inquilinos durante un periodo aproximado al mío, unos nueve meses, con muy poco espacio de tiempo entre unos y otros, por lo que ya era hora de que esa casa emprendiera una reforma y para ello necesitaba quedarse vacía.
Lo entendí, recibí el mensaje, supe que había llegado el momento de abandonar lo conocido, lo cómodo y enfrentarme a lo desconocido, a todo aquel ruido de emociones incontroladas, de deseos irrefrenables, de pasiones interminables, de subidas y bajadas, de deseos y de locura.
Respire profundamente, una respiración larga. Contuve el aliento y llené todo lo que pude la mente con el sentimiento de paz y tranquilidad que me había acompañado los últimos meses presintiendo que lo iba a necesitar muchas veces en esa nueva casa a la que me mudaba y en la que me esperaban mis ocho hermanos y mis padres.
Solté el aire y sentí que una fuerza externa me arrastraba hacia fuera y me dejé llevar. Cerré los ojos y me deslicé,como sí de un tobogán se tratará, en caída libre hacia la vida.

Y aquí estoy, muchos años después, con los ojos cerrados e intentando recuperar ese sentimiento de paz y tranquilidad que un día tuve y que cada vez más echo de menos.
Mientras, sigo caminando, aprendiendo, viviendo y compartiendo cada momento de mi vida, disfrutando de cada día como sí fuera el último y sabiendo que al final del camino volveré a ese hogar del que salí donde La Paz y la tranquilidad no había que buscarla sino que estaba.

Feliz por estar, feliz por seguir.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto...


Continuará.

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