AÑO 2013 (AFTER DARK)
Siempre me gustó esa manera que tienen los anglosajones de escribir el siglo en el que vivimos.
After dark coincide con el después de Cristo nuestro, lo que me hace pensar que para ellos, y para muchos, el mundo estaba sumido en la oscuridad hasta que llegó a la tierra Jesucristo.
Ya estamos en 2013, llevamos seis días en él, yo en una playa selvática de una isla al noreste de Malasia, y debo confesar que nunca me sentí tan alejado de la oscuridad.
Recibir el año a 30 grados de temperatura, rodeados de naturaleza salvaje, bañándome en playas de arena blanca, disfrutando de cada respiro que tomo, sintiendo como mis pulmones aplauden a dos manos el hecho de haber abandonado la polución, mis oídos sonríen al verse alejados de tanto ruido y mis ojos lloran de felicidad al ver tanta belleza, escapa de cualquier parecido a la oscuridad.
Estamos en víspera de Reyes, lo sé porque abrí el Facebook y muchos de mis amigos comentan la noche de ayer.
Nunca he sido muy seguidor de los Reyes Magos o de Papá Noél, creo que ni siquiera de pequeño lo fui, tuve la desgracia de enterarme demasiado temprano de la no existencia de ambos ya que al tener una hermana pequeña se me hizo participe del gran secreto para que no lo desvelara ante ella.
A mi me gusta pensar que todos los días son especiales, no me gusta crear expectativas ante el futuro y prefiero vivir cada día como sí fuera el último.
Ahora que ando por aguas asiáticas he tenido, tengo y tendré, la oportunidad de leer sobre el budismo. Es curioso como la vida te lleva a caminos intransitados que en algún momento, en un pasado remoto, quisimos transitar. Yo, sin darme cuenta, he doblado la esquina y zas, me topé con el budismo.
Estoy leyendo un libro que se llama LIFE, DEATH AND AFTER DEATH, escrito por un Lama. En él se habla del poder que tenemos cada uno de nosotros de alcanzar la felicidad siempre y cuando controlemos nuestra mente. No, no estamos hablando aquí de Uri Geller, ni de Hipnosis o Telequinesia, no, hablamos de que es la mente la que controla el sufrimiento, el egoísmo, el odio, todos y cada uno de los deseos o aversiones,
Si llegamos a controlar la mente podremos controlar esos malos pensamientos, esas aversiones, esos malos deseos. Para ello, dice el Lama que debemos dedicar al menos cinco minutos al día, ya sea a través de la meditación o de momentos de silencio e introspección en la intimidad, a traer pensamientos positivos a nuestra mente, de esa manera, controlaremos a esta. Hay que ser pacientes, tolerantes, transigentes y cuando nos topemos con alguien que nos saca de nuestras casillas, que nos enfade, que nos irrite y que saca lo peor de nosotros, entender que está en nuestro camino para aprender de él y no para que nos haga peores personas.
Dice el Lama que todas las religiones tienen un nexo en común que a veces no nos enseñan. La competencia entre estas es tal que parece exista un ranking de cual es la mejor y cual es la peor.
Yo estoy convencido que la mejor religión es la que nos hace ser mejores personas, la que hace que seamos capaces de entender al de al lado, de no querer cambiarlo sino de aceptarlo, de creer que es el karma el que tiene la última palabra y para ello intento ser paciente, tolerante y transigente cada vez más.
Yo el año lo empecé saludando al sol, que no es mala manera. Lo despedí entre risas, petardos, mezcla de culturas, nacionalidades, colores e idiomas. Lo despedí y lo recibí rodeado de gente que no conocía, de gente que no conozco pero de gente maravillosa que comulgó feliz, unida y respetuosa ante lo que significaba haber superado un año y tener la posibilidad de tener otro para enmendar todo lo que no hicimos bien en el anterior.
After dark coincide con el después de Cristo nuestro, lo que me hace pensar que para ellos, y para muchos, el mundo estaba sumido en la oscuridad hasta que llegó a la tierra Jesucristo.
Ya estamos en 2013, llevamos seis días en él, yo en una playa selvática de una isla al noreste de Malasia, y debo confesar que nunca me sentí tan alejado de la oscuridad.
Recibir el año a 30 grados de temperatura, rodeados de naturaleza salvaje, bañándome en playas de arena blanca, disfrutando de cada respiro que tomo, sintiendo como mis pulmones aplauden a dos manos el hecho de haber abandonado la polución, mis oídos sonríen al verse alejados de tanto ruido y mis ojos lloran de felicidad al ver tanta belleza, escapa de cualquier parecido a la oscuridad.
Estamos en víspera de Reyes, lo sé porque abrí el Facebook y muchos de mis amigos comentan la noche de ayer.
Nunca he sido muy seguidor de los Reyes Magos o de Papá Noél, creo que ni siquiera de pequeño lo fui, tuve la desgracia de enterarme demasiado temprano de la no existencia de ambos ya que al tener una hermana pequeña se me hizo participe del gran secreto para que no lo desvelara ante ella.
A mi me gusta pensar que todos los días son especiales, no me gusta crear expectativas ante el futuro y prefiero vivir cada día como sí fuera el último.
Ahora que ando por aguas asiáticas he tenido, tengo y tendré, la oportunidad de leer sobre el budismo. Es curioso como la vida te lleva a caminos intransitados que en algún momento, en un pasado remoto, quisimos transitar. Yo, sin darme cuenta, he doblado la esquina y zas, me topé con el budismo.
Estoy leyendo un libro que se llama LIFE, DEATH AND AFTER DEATH, escrito por un Lama. En él se habla del poder que tenemos cada uno de nosotros de alcanzar la felicidad siempre y cuando controlemos nuestra mente. No, no estamos hablando aquí de Uri Geller, ni de Hipnosis o Telequinesia, no, hablamos de que es la mente la que controla el sufrimiento, el egoísmo, el odio, todos y cada uno de los deseos o aversiones,
Si llegamos a controlar la mente podremos controlar esos malos pensamientos, esas aversiones, esos malos deseos. Para ello, dice el Lama que debemos dedicar al menos cinco minutos al día, ya sea a través de la meditación o de momentos de silencio e introspección en la intimidad, a traer pensamientos positivos a nuestra mente, de esa manera, controlaremos a esta. Hay que ser pacientes, tolerantes, transigentes y cuando nos topemos con alguien que nos saca de nuestras casillas, que nos enfade, que nos irrite y que saca lo peor de nosotros, entender que está en nuestro camino para aprender de él y no para que nos haga peores personas.
Dice el Lama que todas las religiones tienen un nexo en común que a veces no nos enseñan. La competencia entre estas es tal que parece exista un ranking de cual es la mejor y cual es la peor.
Yo estoy convencido que la mejor religión es la que nos hace ser mejores personas, la que hace que seamos capaces de entender al de al lado, de no querer cambiarlo sino de aceptarlo, de creer que es el karma el que tiene la última palabra y para ello intento ser paciente, tolerante y transigente cada vez más.
Yo el año lo empecé saludando al sol, que no es mala manera. Lo despedí entre risas, petardos, mezcla de culturas, nacionalidades, colores e idiomas. Lo despedí y lo recibí rodeado de gente que no conocía, de gente que no conozco pero de gente maravillosa que comulgó feliz, unida y respetuosa ante lo que significaba haber superado un año y tener la posibilidad de tener otro para enmendar todo lo que no hicimos bien en el anterior.
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