Discurso de despedida
Si tuviera que elegir el discurso perfecto, sería uno en el que posiblemente no diría todo lo que pienso, pero si pensaría todo lo que dijera. Sería un discurso que hablaría de cosas sencillas, esas cosas que cuando se dicen a la cara crea un cierto sonrojo. En ese discurso daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. En ese discurso perfecto diría que prefiero dormir poco pero soñar mucho. Os diría que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Que me gusta andar cuando los demás se detienen, despertar cuando los demás duermen, y escuchar cuando los demás hablan.
En ese discurso perfecto os contaría que a veces pienso que si volviera a nacer, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Con mi corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Escucharíais como me gustaría pintar con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas, un poema de Benedetti. Una canción de Serrat sería la serenata. Os asombraríais al oir que a veces con mis lágrimas riego las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos...
En mi discurso perfecto diría a la gente que quiero que la quiero y que a veces me gustaría tener superpoderes, no para volar, ni para hacerme invisible, sino para convencer a cada amigo o amiga de que son mis favoritos y poder vivir por siempre enamorado del amor.
En mi discurso hablaría cuán equivocados están los hombres al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. Os contaría que a un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. Y a los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de vosotros, mis amigos... que de ellas hablaría. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse.
Siempre decid lo que sintáis y haced lo que penséis. Si supierais que hoy es última vez que vais a ver dormir a la persona que amáis, os abrazaríais fuertemente y rezaríais para poder ser el guardián de su alma. Así mismo os diría yo si supiera que esta iba a ser la última vez que os viera salir por la puerta, os daría un abrazo, un beso y os llamaría de nuevo para daros más. Si supiera que ésta iba a ser la última vez que oíría vuestras voces, grabaría cada una de las palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que os vería, diría OS QUIERO y no asumiría tontamente que ya lo sabeis.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría deciros cuanto os quiero, que nunca os olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veaís a los que amáis. Por eso no espereis más, hacedlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentareis el día que no tuvisteis tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuvisteis muy ocupado para concederles un último deseo. Manténed a los que amais cerca de vosotros, decidles al oído lo mucho que los necesitais, queredlos y trátadlos bien, tomaros tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoceis.
Nadie os recordará por vuestros pensamientos secretos. Demostrad a vuestros amigos cuánto os importan.
Si tuviera que hacer un discurso perfecto hablaría de esto, y aunque sé que no es lo que se esperaba, este sería mi discurso.
2 comentarios
Cesar -
Vane -