Blogia
USA2

MI HADA MADRINA

Uno de los primeros recuerdos que tengo de Tía Pili, es de cuando yo tenía cuatro años.

Acababa de nacer Macarena en La Cruz Roja.

Ella vino a casa a recogernos a Gonzalo y a mí para que fuéramos a conocer a la recién nacida.

Uno de los últimos, la noche que pasé en el Hospital, a su lado, acompañándola en su dolor, abanicándola, preguntándole cada vez que el dolor no le daba tregua, si había algo que pudiera hacer, y ella , lo único que decía cuando podía, era: “vaya nochecita que te estoy dando”.

Hasta en los momentos más difíciles pensaba en los demás.

Tengo la suerte de ser su ahijado, y digo suerte porque nunca mis padres pudieron pensar en el regalo que me hacían ofreciéndoles a ella dicho papel. O quizás sí.

Tía Pili fue mi madrina, pero no una madrina al uso, fue un “Hada Madrina”.

Su sonrisa mágica nos envolvía a todos en cada momento. Nunca la vi triste, siempre se reía, te contaba chistes, se ponía a tu altura. Era natural, sin artificios. Si tenía que reñirte te reñía , si tenía que decirte que te quería , te lo decía.

Fue mi Tía, mi Madrina, pero por encima de todo, fue mi amiga.

Estuvo siempre en los momentos importantes de mi vida y siempre me preguntaba que tal me iba. Vino a verme, por muy lejos que me fuera, y nunca, la distancia, fue un impedimento para no sentirla cerca.

Tía Pili era tan alegre que el día de mi comunión me regaló una guitarra española, aunque estoy seguro que su primera intención habrían sido unas castañuelas.

Cuando estuve enfermo estuvo a mi lado. Me visitó, me llamó, y se preocupó. Siempre peguntaba por mí.

No hubo un cumpleaños o un santo en el que no me felicitara y que esa felicitación no viniera acompañada de un regalo.

En navidad fue Papá Noel y en Reyes se multiplicaba por tres.

Los días del verano que pasé en Chipiona los guardo como un tesoro. Esas charlas, esas risas, esos juegos, esas comidas.

Conoció a mis amigos y ellos la llamaron Tía Pili también.

Cuando fui creciendo seguíamos viéndonos. Quedábamos de vez en cuando para comer cuando yo estaba en Jerez, solos o acompañados de mamá, Siempre había algo que celebrar.

El día que me dieron la beca para irme a estudiar Teatro a Nueva York, me regaló un cheque que aumentó el valor de la beca considerablemente y me dijo: “Utiliza este dinero en lo que necesites, ya eres mayor y ha llegado el momento de que tomes tus propias decisiones. Se que lo usarás adecuadamente.”

Yo tenía 21 años.

Hace no mucho, entre risas, hablando de todo un poco,  le confesé que parte de ese dinero lo utilicé para operarme la nariz, y que por tanto, cada vez que me miraba en el espejo, me acordaba de ella.

Se rió y me dijo: “La madre que te parió”

Esa noche le mandé un whatsapp diciéndole: “Nunca pude haber tenido una madrina mejor que tú. Te quiero.”

Ella me contestó con otro mensaje diciendo: “Eres el mejor ahijado que he podido tener y no solo te quiero mucho, sino que estoy muy orgullosa de ti”.

Si hay una sola cosa que lamento de no haberme casado, es por no haberle podido pedir a ella que fuera mi madrina, porque si me hubiera casado, habría sido ella la que me habría acompañado al altar. Así lo pensé siempre y así se lo hice saber a mamá. Supongo que a mi madre le dio igual porque conociéndome sabía que nunca me iba a casar.

Tía Pili no nos ha abandonado, ha abandonado el dolor.

La bellota más alegre de la Encina se ha caído del árbol; ha vuelto a la tierra donde pronto florecerá y se convertirá en una encina milenaria que esparcirá sus bellotas alegres al mundo.

Gracias Tía Pili por todos esos momentos que compartimos, y que harán que siempre te mantenga viva en mi memoria.

Álvaro.

0 comentarios