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SIEMPRE HAY OTRAS OPCIONES

SIEMPRE HAY OTRAS OPCIONES

No sabía como había llegado a esa situación. Se conocían desde hacía tres años y tenían una relacíon  que todos envidiaban. Había llegado el momento de dar un paso mas. Se irían a vivir juntos.

Cuando se lo dijo, ella parecía que lo había estado esperando desde hacía tiempo. Él no sabía que aquello le haría tanta ilusión, de hecho, si lo hubiera sabido, pensó, se lo habría pedido antes.

Llevaban tres meses viviendo juntos. La casa la había encontrado él. A ella le encantó. Era ideal, según le dijo. Tenía una habitación para ellos y otra para los invitados.

El perro de ella se había ido a vivir con ellos. El perro formaba parte de su vida.

Una familia. De repente tenía una familia; una mujer y un perro.

Hicieron una compra enorme. Llenaron la nevera y no dejaron un hueco en los muebles de la cocina. Hasta la pequeña despensa estaba llena.

El hecho de que trabajaran juntos no sería un problema. Ya lo habían hecho antes y nunca lo fue.

Pero ahora vivían juntos. Trabajar y vivir juntos. Eso significaba muchas horas juntos.

"Juntos, amor para dos, amor y buena compañía"

No habían pasado ni tres meses y quería matarla. No supo cuando ocurrió, pero ocurrió.

Un dia, sin saber porqué, empezó a odiarla. Todo lo que decía, todo lo que hacía, le molestaba.

Nunca sacaba a pasear al perro, siempre le tocaba a él. El pobre animal no tenía culpa.

Esa manera de contestarle, esa manera de hablar, con esa superioridad, como si lo supiera todo y le estuviera diciendo subliminalmente: "Eres un inútil, no sabes nada, si no fuera por mi..."

Había llegado a pensar en estrangularla. 

Por las noches se despertaba y la observaba. Ella dormía plácidamente y él, apenas podía conciliar el sueño.

Se levantaba, se iba al sofá, y acababa despertándose en él. Sigilosamente se volvía a la cama y se acostaba al lado de ella para que no notara su ausencia.

Cuando se despertaba ella, no había un día que no pusiera mala cara. Hasta que no se tomaba el café no podía dirigirle la palabra.

Ella se empezó a despreocupar. No se arreglaba, no se maquillaba, apenas hablaba, y el sexo, el sexo mejor ni mentarlo.

Si algún día salían, tardaba horas en arreglarse. Él apuraba el tiempo llevándose al perro a pasear. El perro cagaba un par de veces, meaba un ciento, volvía, y aún ella no había terminado.

Cuando llegaban a la cita ella era estupenda. Todos la alababan. Le decían lo guapa y maravillosa que era y de él, ni se acordaban.

¿Cómo fue que ocurrió? Siempre había sido una persona con una personalidad fuerte y de repente se vio eclipsado por la de ella.

De esa noche no pasaba. Tenía que hacer algo. Un accidente, eso, provocaría un accidente de la manera mas tonta y haría que otro coche los envistiera sobre el asiento de ella.

Se despidieron de todos. Ella, divina. Con besos y risas les dijo que había pasado una velada maravillosa, y cuando entró en el coche, empezó a despotricar de todos.

Hablaba y hablaba y lo único que veía él eran esos labios rojo pasión moviéndose sin oir nada. En su cabeza solo estaba la posibilidad de provocar un accidente.

De repente ella gritó: "¡Cuidado!, y un camión se les echó encima.

Hoy está tetraplejico, no puede hablar, le tienen que dar de comer con una pajita, está internado en un centro de rehabilitación del que probablemente nunca saldrá.

Ella lo abandonó.

Él está feliz.

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