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MIKONOS 1ª PARTE

MIKONOS 1ª PARTE

 

En el verano del 2002 empecé un año sabático que me llevó primero a Mikonos y después a Buenos Aires.

Elegí Mikonos de manera fortuita, siempre tuve el sueño de alquilar una casa en Grecia y dedicarme a escribir con el extraordinario mediterrráneo como telón de fondo y pensé que sería una buena manera de vivir ese sueño.

Un buen amigo me contó que un matrimonio amigo de él vivía en Atenas trabajando en el Instituto Cervantes.

Me puso en contacto con ellos y estos me invitaron, sin conocerme, a pasar unos días en Atenas con la idea de una vez allí, me fuera mas fácil decidir a que isla ir a pasar ese verano.

Atenas estaba patas arriba. Las Olimpiadas se acercaban y la ciudad era un caos.

La Acrópolis, ajena a todo ello, presidía la ciudad.

Pasear por el Partenón y rodearme de todas esas maravillas, hizo que me diera cuenta de que la elección no había sido errónea.

Me fui al Pireo, el puerto Ateniense, desde donde salen los barcos para las islas, y me compré un billete al primero que recorría unas cuantas.

Decidí visitar algunas, y cuando llegara a la que mas me gustara, quedarme.

La primera isla importante a la que llegué fue Mikonos. Bajé del barco junto a un reducido grupo de turistas, era principio de junio y la temporada todavía no estaba empezada.

Allí mismo nos recibieron una veintena de personas "invitándonos" a pasar la noche en sus establecimientos, hostales, pensiones, hoteles, casas particulares etc...

Yo me había ido sin reserva, a la aventura, y cuando se disipó el grupo que poco a poco iban eligiendo el correspondiente establecimiento donde pasar sus vacaciones, vi a una chica a la que nadie iba y me dirigí a ella.

Ella no hablaba muy bien Inglés y yo el  Griego ni digamos, así que nos pusimos a hablar en el lenguaje universal, el de los signos.

Me alquiló una habitación con baño para pasar la noche por 30 €.

Decidí que pasaría el día, alquilaría una moto para recorrer la isla, indagaría sobre la posibilidad de alquilar una casa, y si nada de eso surtiera efecto, me iría a la mañana siguiente en el primer barco que me llevara a Santorini, y allí hacer lo mismo.

Mikonos me fascinó desde el momento en el que puse el pie en la isla. Sus casas perfectamente blancas, con las puertas y ventanas de madera de color añil, las calles estrechas, suelos empedrados, motos por todos lados, tiendas, restaurantes, terrazas, todo como sacado de una guía de viaje, hicieron que desde el primer momento sintiera que era ahí donde quería quedarme.

Como no tenía mucho tiempo me puse manos a la obra. Alquilé una moto y empecé a preguntar por todos lados sobre la posibilidad de alquilar una casa. MISIÓN IMPOSIBLE.

Después de un largo recorrido, desistí, me fui a una playa preciosa, Platis Gialos, cerca de donde estaba mi habitación, y me zambullí por primera vez en sus aguas turquesas.

Pensé que por la noche recorrería el pueblo, iría a cenar a un bonito restaurante, y al día siguiente me iría a Santorini.

Paseando por el pueblo, de noche, buscando un bonito restaurante donde despedirme de Mikonos por todo lo alto, pasé por una oficina de turismo de Santorini y entré a preguntar por habitaciones para alquilar allí.

Justo antes de preguntar esto, no se porqué, me salío de la boca otra pregunta. Le pregunté al tipo que estaba allí si sabía de alguien que alquilara una casa en Mikonos para pasar la temporada, y cual fue mi sorpresa cuando me dijo que si. No lo podía creer. El destino me había llevado a esa oficina de turismo y sin saber como, le hice la pregu ta adecuada al tipo-

Me comentó que una amiga suya azafata, Canadiense, que vivía con su novio argentino, sabían de una casita al lado de la suya que se había quedado vacía.

Me puso en contacto con ella y quedé justo cerca de Platis Gialos. 

La esperé a la luz de una luna llena que nunca olvidaré. Contemplaba el reflejo de la luna en el mar que hacía pareciese un manto plateado y pensaba que era el lugar donde iba a pasar el verano.

Llegó Molly, así se llamaba la chica, y me metí en su coche y me llevó a la casa. Increible, la casita perfecta para mi. Habría que hacerle algún arreglo, una mano de pintura , conseguir muebles, pero el precio, 400€ al mes, hacía que valiera la pena.

Me presentó a Hernán, su novio argentino, pintor, trabajaba de vigilante de noche en un bonito hotel,  y ese verano nos pasamos muchas noches contemplando esa misma luna que me dio la bienvenida mi primer día en Mikonos. Ese verano, lo pasé en Mikonos.

1 comentario

petro -

Querido amigo...Y yo tuve la suerte de disfrutar un mes entero de la paz de esa maravillosa isla, del azul Mediterráneo, de los paseos en moto, del tzatziki, de las puestas de sol y de la mejor de las compañías.

Recuerdas que comprábamos El Pais los domingos y teníamos toda la semana para leer en voz alta y comentar hasta el último artículo?

O que nos moríamos de la risa al escuchar la publicidad de aquella emisora de radio de la que no entendíamos nada?

O aquel ventanuco en el baño que dejaba entrar el campo en la casa como si fuera una postal colgada en la pared?

Disfruta del verano, amigo.
Tempus fugit