LOTERIA, NAVIDAD Y VERANO
Ayer empezó el solsticio de verano por estos lares, y hoy se sortea el famoso gordo de Navidad por aquellos.
El canto de los niños de San Ildefonso nos despertaba todos los años cuando eramos pequeños, lo que inequívocamente nos anunciaba la navidad.
Hoy, desde hace ya bastante por cierto, son los grandes almacenes los que nos anuncian la navidad casi cuando acaba el verano.
Los Ayuntamientos y agrupaciones de comerciantes se preocupan de ser los primeros en inaugurar el alumbrado típico, y así, cada vez mas, la navidad va dejando de ser una celebración familiar para ser una celebración "comercial"
En Buenos Aires hay muy pocas luces que anuncien la navidad.
En mi pueblo, Jerez, hay muchísimas mas de las que pueda haber en esta gran Capital, que aparte de algunos arboles enormes en lugares estratégicos, las luces brillan por su ausencia.
La crisis que azota al mundo parece que se aparca en estas fechas para que la gente saque los ahorros guardados para ocasiones especiales, pidan préstamos, se endeuden mas si cabe solo con la convicción de que compartir regalos en una fecha especial les hará mejores personas.
Santa Fé es una Avenida principal de esta ciudad que colindando con Callao que es otra, se unen en una gran área comercial.
Yo la atravieso todos los días en mi camino a mis clases de yoga, y últimamente, desde hace una semana aproximadamente, me he percatado de una familia que se ha instalado con tres colchones en el portal de un cine abandonado en plena calle.
La familia la forman la mujer, no mas de 25 años, el hombre, no mas de 30, un nene de unos 3 años, y un bebé que no llega al año.
Uno está acostumbrado, por desgracia, a la pobreza que trae el primer mundo. Por las calles de nuestras grandes ciudades vemos ciudadanos viviendo en la calle, al lado de nuestras casa. Yonkis, borrachos, emigrantes que vinieron a nuestros países buscando una solución para sus desesperadas vidas y se encontraron con algo todavía peor, el rechazo y la indiferencia.
A lo que uno no se llega a acostumbrar es a la pobreza infantil.
Mi amiga Anita sabe mucho de esto, ella está en Calcuta cuidando de niñas abandonadas en la calle, y lo hace con un gran esfuerzo, con algo de apoyo, esperemos que cada vez mas, pero sobre todo con mucho corazón.
El nene de 3 años deambula al lado de su madre que le da un biberón al pequeño. Su inocencia no le hace consciente de lo que está viviendo, e incluso en medio de toda esa gente que pasa por su lado sin mirarle, cargado de bolsas de tiendas de moda,de bolsas con regalos absurdos que en la mayoría de las veces no se necesitan, cree que eso que vive es lo normal. Pero no. Lo normal sería que nos paráramos a reflexionar en estas fechas sobre lo que hay a nuestro alrededor, que dejáramos de mirarnos el ombligo, que no mirásemos hacia otro lado cada vez que el paisaje que tenemos enfrente no nos gusta y que tomemos conciencia de que Jesús, para aquellos que celebran la Navidad tan fervientemente, ha vuelto a la tierra en estas fechas encarnado en ese nene de 3 años al que nadie le da bola.
Vivimos en un mundo de mierda que cada vez se hace mas pestilente, pero parece que las mascaras que venden en esos grandes almacenes nos permite aislar ese olor y pasear tranquilamente inmunes a cualquier drama que no nos interese.
¿Cuántas veces crucificaremos a Jesús antes de darnos cuenta de que estamos equivocados?
El mundo se congela por un lado y se derrite por otro. Los pobres cada vez son mas pobres y los ricos cada vez mas ricos.
Aquí se ve mas si cabe, y es desolador ver como el ser humano pierde cada vez mas su función de "ser", porque la de "humano" hace ya mucho que la perdió.
Aprovechemos para reflexionar, intentemos compartir algo con alguien que lo necesite, no me refiero dar limosna en una iglesia o comprar unas estampitas de Uniceff, que no es que esté mal, pero es menos tangible. Cojamos a nuestro pobre, mendigo, necesitado con el que todos nos cruzamos a diario en nuestras estupendas vidas y compartamos con el.
No nos gastemos tanto en cosas que no necesitamos por querer quedar bien con quién ni siquiera nos cae bien y hagamos un pequeños acto de generosidad.
Como en aquella maravillosa película de Berlanga, PLACIDO, invitemos a un pobre a comer a nuestra mesa, metafórica o realmente, pero por un día dejémos de mirar para otro lado.
Yo creo que voy a cenar con esa familia con la que me cruzo todos los días. Con ese bebé, con el niño de 3 años, y con sus padres. Ya os contaré.
Feliz Navidad, y que la lotería os toque a todos.
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